Más allá de la playa reflejada en el viento ha de haber un país donde, como las olas, mi añoranza muera cuando los sueños me hayan abandonado. Si un camino no lleva hasta la muerte, es tan sólo un camino sin salida
Sobre la alfombra de un oscuro beige se balancea un pie envuelto en seda negra: un pájaro de invierno en los sembrados. La curva delicada del talón marca, despacio, el ritmo de la música. Hay un temblor de niños lejanos en tus ojos, y una sombra velada de inquietud en los cabellos. La lluvia de un domingo por la tarde a veces se parece a nuestro epílogo. Suntuosa la tristeza de tus manos con anillos de plata, detenidas en el silencio y en la indecisión después de las caricias. En las cornisas, pájaros mojados son restos de un recuerdo, entre hojarasca, de la hija lejana, en el camino de niebla, un barrizal alrededor del lago. Pequeñas charcas parecen tu silencio. Anochece: sólo cuando el destino se ha cumplido no hay motivos de alarma.